miércoles, 16 de marzo de 2011

CHARLES S. PEIRCE: Pensar para no pensar: La irritación de la duda.

(Fragmento del artículo "La fijación de la creencia" de Charles S. Peirce publicado en 1877)

Duda y creencia

En general sabemos cuándo queremos plantear una cuestión y cuándo queremos realizar un juicio, ya que hay una desemejanza entre la sensación de dudar y la de creer.

Pero esto no es todo lo que distingue la duda de la creencia. Hay una diferencia práctica. Nuestras creencias guían nuestros deseos y conforman nuestras acciones. Los "Asesinos", o seguidores del Viejo de la Montaña, solían a la más mínima orden lanzarse a la muerte, porque creían que la obediencia hacia él les garantizaba la felicidad perpetua. De haberlo puesto en duda no habrían actuado como lo hacían. Pasa lo mismo con toda creencia, según su grado. El sentimiento de creer es un indicativo más o menos seguro de que en nuestra naturaleza se ha establecido un cierto hábito que determinará nuestras acciones. La duda nunca tiene tal efecto.

No podemos tampoco pasar por alto una tercera diferencia. La duda es un estado de inquietud e insatisfacción del que luchamos por liberarnos y pasar a un estado de creencia; mientras que este último es un estado de tranquilidad y satisfacción que no deseamos eludir o cambiar por una creencia en otra cosa. Al contrario, nos aferramos tenazmente no meramente a creer, sino a creer precisamente lo que creemos.

La duda y la creencia tienen así efectos positivos en nosotros, aunque de tipo muy diferente. La creencia no nos hace actuar automáticamente, sino que nos sitúa en condiciones de actuar de determinada manera, dada cierta ocasión. La duda no tiene en lo más mínimo un tal efecto activo, sino que nos estimula a indagar hasta destruirla. Esto nos recuerda la irritación de un nervio y la acción refleja producida por ello; mientras que como análogo de la creencia en el sistema nervioso tenemos que referirnos a las llamadas asociaciones nerviosas –por ejemplo, a aquel hábito de los nervios a consecuencia del cual el aroma de un melocotón hace agua la boca.


El fin de la indagación

La irritación de la duda causa una lucha por alcanzar un estado de creencia. Llamaré a esta lucha indagación, aunque debo admitir que no es esta con frecuencia una designación muy adecuada.

La irritación de la duda es el solo motivo inmediato de la lucha por alcanzar la creencia. Lo mejor ciertamente para nosotros es que nuestras creencias sean tales que verdaderamente puedan guiar nuestras acciones de modo que satisfagan nuestros deseos; y esta reflexión hará que rechacemos toda creencia que no parezca haber sido formada de manera tal que garantice este resultado. Pero sólo lo hará así creando una duda en lugar de aquella creencia. La lucha, por tanto, empieza con la duda y termina con el cese de la duda. De ahí que el solo objeto de la indagación sea el establecer la opinión. Podemos elucubrar sobre que estos no nos basta, y que lo que buscamos no es meramente una opinión, sino una opinión verdadera. Pero si sometemos a prueba esta elucubración se probará como carente de base; pues tan pronto como alcanzamos un acreencia firme nos sentimos totalmente satisfechos, con independencia de que sea verdadera o falsa. Y está claro que nuestro objeto no puede ser nada que esté fuera de la esfera de nuestro conocimiento, pues nada que no afecte a la mente puede ser motivo de esfuerzo mental. Lo máximo que se puede afirmar es que buscamos una creencia que pensaremos que es verdadera. Pero que es verdadera lo pensamos de cada una de nuestras creencias, y, en efecto, el afirmarlo es una mera tautología.

Que el establecimiento de opinión es el solo fin de la indagación es una muy importante proposición. Hace desaparecer automáticamente diversos conceptos vagos y erróneos de prueba. Podemos señalar aquí unos pocos.

Algunos filósofos han imaginado que para iniciar una indagación era sólo necesario proferir una cuestión, oralmente o por escrito, ¡e incluso nos han recomendado que empecemos nuestros estudios cuestionándolo todo! Pero el mero poner una proposición en forma interrogativa no estimula a la mente a lucha alguna por la creencia. Tiene que ser una duda viva y real, y sin esto toda discusión resulta ociosa.

Una idea muy común es la de que una demostración tiene que basarse en ciertas proposiciones absolutamente indudables y últimas. Según una escuela, éstas son primeros principios de naturaleza general; según otra, son sensaciones primeras. Pero, de hecho, una indagación, para que tenga aquel resultado completamente satisfactorio llamado demostración, tiene sólo que empezar con proposiciones perfectamente libres de toda duda actual. Si las premisas no se ponen de hecho en duda en absoluto, no pueden ser más satisfactorias de lo que son.

A algunos parece que les gusta argüir algo después de que todo el mundo esté completamente convencido de ello. Pero no puede realizarse ningún ulterior avance. Cuando la duda cesa, la acción mental sobre el tema llega a su fin, y si continúa sería sin propósito alguno

miércoles, 9 de marzo de 2011

MICHEL FOUCAULT: "Microfísica" del poder punitivo como pieza de una genealogía del "alma" moderna.


(Comienzo de "Vigilar y Castigar" de Michel Foucault, 1975. "El alma moderna está producida permanentemente en torno, en la superficie y en el interior del cuerpo por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, de una manera más general sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia")




Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a "pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París", adonde debía ser "llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano"; después, "en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio,1 quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento"."Finalmente, se le descuartizó, refiere la Gazette d'Amsterdam. Esta última operación fue muy larga, porque los caballos que se utilizaban no estaban acostumbrados a tirar; de suerte que en lugar de cuatro, hubo que poner seis, y no bastando aún esto, fue forzoso para desmembrar los muslos del desdichado, cortarle los nervios y romperle a hachazos las coyunturas. . .
"Aseguran que aunque siempre fue un gran maldiciente, no dejó escapar blasfemia alguna; tan sólo los extremados dolores le hacían proferir horribles gritos y a menudo repetía: 'Dios mío, tened piedad de mí; Jesús, socorredme.' Todos los espectadores quedaron edificados de la solicitud del párroco de Saint-Paul, que a pesar de su avanzada edad, no dejaba pasar momento alguno sin consolar al paciente." Y el exento 4 Bouton: "Se encendió el azufre, pero el fuego era tan pobre que sólo la piel de la parte superior de la mano quedó no más que un poco dañada. A continuación, un ayudante, arremangado por encima de los codos, tomó unas tenazas de acero hechas para el caso, largas de un pie y medio aproximadamente, y le atenaceó primero la pantorrilla de la pierna derecha, después el muslo, de ahí pasó a las dos mollas del brazo derecho, y a continuación a las tetillas. A este oficial, aunque fuerte y robusto, le costó mucho trabajo arrancar los trozos de carne que tomaba con las tenazas dos y tres veces del mismo lado, retorciendo, y lo que sacaba en cada porción dejaba una llaga del tamaño de un escudo de seis libras.
"Después de estos atenaceamientos, Damiens, que gritaba mucho aunque sin maldecir, levantaba la cabeza y se miraba. El mismo atenaceador tomó con una cuchara de hierro del caldero mezcla hirviendo, la cual vertió en abundancia sobre cada llaga. A continuación, ataron con soguillas las cuerdas destinadas al tiro de los caballos, y después se amarraron aquéllas a cada miembro a lo largo de los muslos, piernas y brazos.
"El señor Le Bretón, escribano, se acercó repetidas veces al reo para preguntarle si no tenía algo que decir. Dijo que no; gritaba como representan a los condenados, que no hay cómo se diga, a cada tormento: '¡Perdón, Dios mío! Perdón, Señor.' A pesar de todos los sufrimientos dichos, levantaba de cuando en cuando la cabeza y se miraba valientemente. Las sogas, tan apretadas por los hombres que tiraban de los cabos, le hacían sufrir dolores indecibles. El señor Le Bretón se le volvió a acercar y le preguntó si no quería decir nada; dijo que no. Unos cuantos confesores se acercaron y le hablaron buen rato. Besaba de buena voluntad el crucifijo que le presentaban; tendía los labios y decía siempre: 'Perdón, Señor.'
"Los caballos dieron una arremetida, tirando cada uno de un miembro en derechura, sujeto cada caballo por un oficial. Un cuarto de hora después, vuelta a empezar, y en fin, tras de varios intentos, hubo que hacer tirar a los caballos de esta suerte: los del brazo derecho a la cabeza, y los de los muslos volviéndose del lado de los brazos, con lo que se rompieron los brazos por las coyunturas. Estos tirones se repitieron varias veces sin resultado. El reo levantaba la cabeza y se contemplaba. Fue preciso poner otros dos caballos delante de los amarrados a los muslos, lo cual hacía seis caballos. Sin resultado.
"En fin, el verdugo Samson marchó a decir al señor Le Bretón que no había medio ni esperanza de lograr nada, y le pidió que preguntara a los Señores si no querían que lo hiciera cortar en pedazos. El señor Le Bretón acudió de la ciudad y dio orden de hacer nuevos esfuerzos, lo que se cumplió; pero los caballos se impacientaron, y uno de los que tiraban de los muslos del supliciado cayó al suelo. Los confesores volvieron y le hablaron de nuevo. Él les decía (yo lo oí): 'Bésenme, señores.' Y como el señor cura de Saint-Paul no se decidiera, el señor de Marsilly pasó por debajo de la soga del brazo izquierdo y fue a besarlo en la frente. Los verdugos se juntaron y Damiens les decía que no juraran, que desempeñaran su cometido, que él no los recriminaba; les pedía que rogaran a Dios por él, y recomendaba al párroco de Saint-Paul que rezara por él en la primera misa.
"Después de dos o tres tentativas, el verdugo Samson y el que lo había atenaceado sacaron cada uno un cuchillo de la bolsa y cortaron los muslos por su unión con el tronco del cuerpo. Los cuatro caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron tras ellos los muslos, a saber: primero el del lado derecho, el otro después; luego se hizo lo mismo con los brazos y en el sitio de los hombros y axilas y en las cuatro partes. Fue preciso cortar las carnes hasta casi el hueso; los caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron el brazo derecho primero, y el otro después.
"Una vez retiradas estas cuatro partes, los confesores bajaron para hablarle; pero su verdugo les dijo que había muerto, aunque la verdad era que yo veía al hombre agitarse, y la mandíbula inferior subir y bajar como si hablara. Uno de los oficiales dijo incluso poco después que cuando levantaron el tronco del cuerpo para arrojarlo a la hoguera, estaba aún vivo. Los cuatro miembros, desatados de las sogas de los caballos, fueron arrojados a una hoguera dispuesta en el recinto en línea recta del cadalso; luego el tronco y la totalidad fueron en seguida cubiertos de leños y de fajina, y prendido el fuego a la paja mezclada con esta madera.
"...En cumplimiento de la sentencia, todo quedó reducido a cenizas. El último trozo hallado en las brasas no acabó de consumirse hasta las diez y media y más de la noche. Los pedazos de carne y el tronco tardaron unas cuatro horas en quemarse. Los oficiales, en cuyo número me contaba yo, así como mi hijo, con unos arqueros a modo de destacamento, permanecimos en la plaza hasta cerca de las once.
"Se quiere hallar significado al hecho de que un perro se echó a la mañana siguiente sobre el sitio donde había estado la hoguera, y ahuyentado repetidas veces, volvía allí siempre. Pero no es difícil comprender que el animal encontraba aquel lugar más caliente."

jueves, 3 de marzo de 2011

JACQUES LACAN: El lenguaje, el discurso y la muerte.

Fragmento del programa "Grandes pensadores" dedicado a Jacques Lacan emitido por el canal encuentro.

JOSÉ PABLO FEINMANN: Pero caramba! qué vida de porquería estoy llevando!

José Pablo Feinmann reflexiona sobre la frase de Jean-Paul Sartre "Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él" en el Programa "Filosofía Aquí & Ahora" realizado por el Canal Encuentro del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Argentina.

miércoles, 2 de marzo de 2011

PIERRE BOURDIEU: El gusto, extraña capacidad de hacer distinciones que distinguen

Fragmento de una entrevista realizada al sociólogo francés Pierre Bourdieu en 1991.

Viaje: La razón atenúa al pensamiento.

(Crónica sobre la Costanera Sur realizada en el año 2008 para la materia Taller de Expresión I de la Carrera de Ciencias de la comunicación de la UBA)



Introducción

¿Qué se puede decir sobre la zona de Costanera Sur? Su historia, sus costumbres, las actividades que alberga, su radical metamorfosis durante todo el siglo XX, su significado social, su ubicación geográfica, su extensa amplitud, su imponente fachada, su inmensa cantidad de visitantes. Empecemos por ubicarla geográficamente: la zona de Costanera Sur se encuentra detrás de los 4 diques de Puerto Madero. Abarca la Avenida Costanera Carlos M. Noel y la Avenida Achaval Rodríguez entre las dársenas norte y sur, dando lugar a la ya asentada reserva ecológica que tiene como límite este al Río de la Plata.

La historia

En sus comienzos la Costanera Sur difería mucho estéticamente de lo que podemos observar en la actualidad. Los orígenes de la zona se remontan a principios del siglo XX donde lo único que se podía encontrar cruzando la Avenida Costanera era el Río de la Plata. En el año 1918, sobre las orillas de este, era declarado el Balneario Municipal. Esto atrajo a un aluvión de porteños a la zona. Así, el espectáculo fue creciendo: poco a poco se fueron instalando en los alrededores bares, ferias, espectáculos musicales y comercios realimentando la cantidad de visitantes. Estos, prolijamente vestidos con sus mallas enterizas y sus toallas, disfrutaban entonces de este paseo tanto de día como de noche. Otro atractivo turístico era (y es) evidentemente la famosa Fuente de las Nereidas, obra que la artista Tucumana Lola Mora ofreció a la ciudad de Buenos Aires en 1903 (aunque los vecinos de Costanera Sur tuvieron que esperar hasta 1918 para poder disfrutar de la fuente). Así, para principios de siglo XX el paseo representaba una llamativa atracción turística ambientada con un estilo Art Decó en donde el Río, escoltado por las farolas de bronce, ramblas y pérgolas, y los espectáculos callejeros daban una hermosa bienvenida a los visitantes.
Hacia fines de los años ´50 la zona fue perdiendo su encanto. La causa principal de esto era la continua contaminación del Río de la Plata producida por la incipiente industria nacional. Con la paulatina prohibición del ingreso a las aguas y el deterioro de los comercios se produjo un fuerte descenso de la cantidad de visitantes hasta que en la década del ´70 la situación tomó otro rumbo: varios proyectos que tenían como fin ganar tierras al Río de la Plata comenzaron a llevarse a cabo. Utilizando terraplenes como límites cercaron la zona y una vez extraída el agua se fue rellenando el lugar con sedimento obtenido del dragado del Río. A fin de cuentas el proyecto no perduró y perdió continuidad aunque fue suspendido definitivamente recién en 1984.
Ya para fines de la década del ´70 había comenzado algo no previsto por los planificadores encargados de la obra. Las condiciones particulares del suelo, junto con la cercanía del río, crearon un excelente ambiente para el florecimiento natural de la zona: espontáneamente comenzaron a surgir diversas comunidades vegetales gracias a semillas presentes en el sedimento y también las transportadas por el viento. Así, poblaciones de animales encontraron refugio y alimento que, junto con la aparición de lagunas y pastizales, fueron ganando territorio. Esta incipiente diversidad biológica generó la atracción tanto de amantes de la naturaleza y curiosos, que comenzaron a visitar la zona regularmente, como de distintas organizaciones defensoras del medio ambiente.
En 1986 se declara oficialmente al lugar Parque Natural y zona de Reserva Ecológica. A partir de entonces, obtenida la protección del área, la naturaleza dio sus frutos: en la actualidad existen aproximadamente 220 especies vegetales y 230 de animales que colonizaron la región. La Cortadera es una de las especies que predomina en la flora de la reserva junto con la gran proliferación del Ceibo, entre otras. Además, existen grandes bosques de Aliso y Sauce que sumados a los banco de juncos proporcionan un excelente marco a las lagunas y bañados del interior de las reserva. Dentro de la heterogénea fauna encontramos como mayor exponente al cisne de cuello negro acompañado de 9 especies de anfibios, 23 de reptiles, 10 de mamíferos y 50 de mariposas entre otras.

El Viaje


Sábado 9 de Agosto de 2008, son las 16 y 12 minutos. Me encuentro en el subte de la línea A dirigiéndome a Plaza de Mayo, hecho que me resulta por demás extraño a no tratarse de una jornada laboral más. Día despejado, frío, pero con poco viento, ideal para caminar al aire libre. Estoy ansioso por llegar, hace varias semanas que no escribo.
Luego de haber investigado sobre la zona a la cual me dirijo tengo un profundo sentimiento de intriga al no saber con que me voy a encontrar. Mi único contacto (o mejor dicho recuerdo) con la zona de Costanera Sur fue una excursión que realicé a la reserva cuando atravesaba mi educación primaria allá por la década de los ´90. Gran impresión me causó enterarme que en algún momento del siglo XX había funcionado un balneario a apenas 10 cuadras de la Casa Rosada. Debo admitir que me da un poco de vergüenza haber descubierto que la famosa zona de Costanera Sur y su minúscula reserva ecológica se ubicaba a pocas cuadras de Plaza de Mayo (zona que transito diariamente) y no haberme preguntado nunca que había detrás del barrio de Puerto Madero.

Con las calles desoladas...

Al bajarme del subte con otras 5 personas (3 nacionales, 2 extranjeras) me encuentro con una plaza donde policías y manifestantes brillaban por su ausencia. Tomo la avenida Paseo Colón con una vereda completamente para mi solo hasta llegar a la Avenida Belgrano, me detuve, eché una mirada al mapa y, como Mesías, me abrí paso entre gigantes.
A partir de aquí mis instintos se apoderaron de mi mente. Luego de cruzar Puerto Madero escoltado por la Universidad Católica Argentina junto a otros despreocupados llegué a los diques y observé a 100 metros un colapsado Puente de la Mujer, atracción turística (argentina), que decidí evitar y seguir paso. Como desembarcando en una isla desierta me adentré en este extraño y nuevo mundo: aislado por el cinturón de agua dulce encontré un barrio estéticamente ajeno...

La importancia de re-significar las cosas.

Los edificios, los bares, el idioma, la calzada, las expresiones, las charlas, todo hacía despertar en mi un sentimiento de extrañeza que desterró por completo mis dudas de haber estado allí antes. Comencé a creer que no era el único que no había visitado nunca este sector de la capital, tan cercano geográficamente como lejano. Fue en ese instante donde luego de calificar ingenuamente a 2 chicas de habla portuguesa como extranjeras me di cuenta que, paradójicamente, el extranjero en ese lugar era yo.
Esta travesía me hizo inferir que al llegar a la costanera encontraría un ecosistema similar, sin embargo, para mi sorpresa, no fue del todo así. No solo cambió bruscamente la densidad de personas sino que empecé a percibir rasgos un poco más familiares. Antes de describir el lugar quisiera hacer hincapié en el profundo impacto que me produjo toparme de frente con la reserva. Es increíble lo tajante que es el cambio de ambiente, pasar de una zona ostentosamente urbanizada a una inmensa planicie en donde, salvo excepciones, la naturaleza reina sobre el hombre, en fin. El paseo estaba poblado de puestos de comida rápida (entiéndase chori, paty, bondiola, entre otras delicias). Mucho mate, mucha familia, mucho joven. Me senté unos minutos a apreciar el paisaje silvestre y a recuperarme del tumultuoso viaje. Lamentablemente el lugar estaba bastante descuidado, una extensa masa de barro, yuyo seco y basura se hacía notar antes de las primeras arboledas. Sin ningún obstáculo podía penetrar la supuesta área protegida.

Nota: Un hombre habla por celular despreocupadamente sobre la planicie a 50 metros de la avenida costanera con la ciudad de trasfondo, imagen que, con un poco de reflexión seudo filosófica, puede provocar grandes debates.
Luego de contemplar el paisaje y no dejar de asombrarme por pensar en como fue posible que haya existido un balneario en ese lugar, en lo impresionante que debe haber sido dicha transformación; decidí recorrer el paseo con dirección sur. Observando todo a mi alcance caminaba atento y parando oreja. Por raro que parezca, por momentos me detenía a pensar en que parecía que las personas en el lugar se olvidaban completamente (o disimulaban bastante bien) de la presencia de la reserva, es decir, (nunca más oportuno) la naturalizaban, como si fuera cosa de todos los días estar en pleno contacto con la naturaleza. Sin ser ecologista ni mucho menos me chocaba la poca atención que los visitantes le prestaban al lugar. Para dar un ejemplo, estando caminando entre los puestos apareció de repente en uno de los barandales el ave más raro que vi en mi vida: era de un tamaño importante, como un aguilucho, tenía el cuerpo amarillento con el lomo con manchas de tonos de grises, una cabeza puntiaguda con cresta y la cola alargada que se abría como un abanico. Todo esto a un metro de distancia. Evidentemente el ave se hacía menos problema por la situación que yo, pero lo que si me extraño fue la completa indiferencia de las personas que estaban allí, como si se tratara de un perro!!! En fin.
Pasado el confuso y atractivo episodio seguí mi rumbo hasta que me tope con “La Fuente de Lola Mora”, como le dicen los vecinos de la zona. Esta maravillosa escultura se encuentra ubicada en una ampliación de la vereda justo después del Acceso Brasil de la reserva. Su forma circular de aproximadamente 7 metros de diámetro y 4 en su punto más alto genera un fuerte impacto visual. Esta obra, cuyo primer destino fue Plaza de Mayo, fue fuertemente criticada por sus desnudos, cosa que para esa época era bastante novedoso. Sería bastante interesante realizar una comparación con la programación televisiva de hoy día, pero no es asunto que nos compete en este momento. Con un tango como música de fondo (gracias a la interpretación que realizaba un artista callejero) fui recorriendo la fuente en toda su circunferencia y pude apreciar el minucioso trabajo de la escultora tucumana. Me llamó la atención el grado de detalle en las figuras humanas, las venas, los músculos, las manos, las expresiones; daban una impresión real, de movimiento, de tensión. De pronto una escena llamó mi atención: un hombre (que luego de analizarlo detenidamente inferí que estaba pasado de copas) intentaba bailar al ritmo del 2 por 4 acompañado por su colega, no mucho menos sobrio que él. La imagen llegó forzosamente a ser hasta agradable ya que los niños, juntos con sus padres y abuelos, se reían ingenuamente del episodio, pero el pico de rainting ocurrió cuando uno de los bailarines dejo al aire medio trasero en frente de la docena de familias que disfrutaban del show. Tras molestar un largo rato al cantautor y reposarse en el piso boca abajo el exhibicionista fue rescatado por dos “amigos” que lo trasladaron a un sector un poco menos público para evitar el accionar de los policías del lugar.
Mi próxima meta (aunque el horario me jugaba en contra y con un jugador de más) fue ingresar al interior de la ya famosa reserva. Me dirigí hacia el Acceso Brasil. Cercado con alambrado y con una cabina de seguridad en la entrada 2 personas del lugar seguían mi paso con la vista. En el interior se encontraban unas especies de cabañas como atracción turística en donde se podían conseguir tanto recuerdos de la reserva como informarse de las actividades previstas del lugar. Las personas, en familia, solas, en bici o a pie, de habla castellana o extranjera circulaban libremente por los senderos internos. Yo, ingenuamente, intenté seguir paso por uno de ellos pero muy cordialmente uno de los guardas me comentó: “Mira que estamos cerrando”.
Al salir del lugar observé atentamente todo a mi alrededor como dando un último adiós y emprendí mi viaje de regreso. Para ese entonces la cumbia ya le había ganado terreno al tango, pero aún así nuestro particular bailarín seguía dando cátedra. Las familias, reunidas en grupos, se dirigían hacia sus transportes amontonadas con bolsos e hijos. Los vendedores sacaban de las parrillas los últimos restos de carne mientras plegaban su lugar de trabajo. Así y todo, el bíosistema se desarmaba ordenadamente para darle la bienvenida a la tranquilidad de la noche y devolverle, salvo alguna que otra actividad nocturna, las riendas del lugar a la naturaleza.

Algunas Reflexiones

La razón atenúa al pensamiento.

Hoy día la Costanera Sur resulta una zona increíblemente atractiva no solo debido a la gran cantidad de actividades que se desarrollan tanto en su interior como en sus aledaños sino también por el fuerte contraste que genera la ubicación de una reserva ecológica de estas magnitudes a solo metros del centro de la ciudad de Buenos Aires, es decir, es realmente extraordinario que haya emergido espontáneamente una zona de tal diversidad ecológica en una región tan desbordada de hormigón y cemento. Aunque la mayoría de las personas no lo recuerde, formamos, al fin y al cabo, parte de la naturaleza. Andamos de aquí para allá sin preguntarnos si quiera por nuestro pasado y nos conformamos siempre con la convicción de algunos lugares comunes que repetimos como telemarketers aficionados. En fin.

ERIC HOBSBAWM: Como cambiar el mundo





Último libro del historiador británico Eric Hobsbawm nacido el 9 de junio de 1917 en Alejandría, Egipto. Hoy, primero de octubre de 2012, ha fallecido en Londres, Inglaterra. Título original del libro: How to Change the World: Tales of Marx and Marxism 1840-2011.


(Artículo del historiador Tristram Hunt publicado en la Revista Ñ el sábado 26 de Febrero de 2011. Traducción de Cristina Sardoy)



Esta es su obra completa:


  • Labour's Turning Point : extracts from contemporary sources (1948)
  • Primitive Rebels : studies in archaic forms of social movement in the 19th and 20th centuries (1959). Trad. >> Rebeldes primitivos, Ariel, 1983.
  • The Age of Revolution : Europe 1789-1848 (1962). >> Trad. La era de la revolución,  Editorial Crítica, 2003, 1971.
  • Labouring Men : studies in the history of labour (1964)
  • Industry and Empire (1968). >> Trad. Industria e imperio, Ariel, 1988.
  • Bandits (1969). Trad. >> Bandidos, Ariel, 2003.
  • Captain Swing (1968; con George Rude)
  • Revolutionaries : contemporary essays (1973). >> Trad. Revolucionarios. Ensayos contemporáneos, Ariel, 1978.
  • The Age of Capital, 1848-1875 (1975). >> Trad. La era del capitalismo, Guadarrama, 1977.
  • Workers : worlds of labor (1985)
  • The Age of Empire (1987). >> Trad. La era del Imperio, Crítica, 1998.
  • The Jazz Scene (1989)
  • Echoes of the Marseillaise: Two Centuries Look Back on the French Revolution (book)|Echoes of the Marseillaise: Two Centuries Look Back on the French Revolution (1990). >> Trad. Los ecos de la marsellesa, Crítica, 2003.
  • Nations and Nationalism since 1780: programme, myth, reality (1990). >> Trad. Naciones y nacionalismo, Crítica, 1998.
  • The Age of Extremes: the short twentieth century, 1914-1991 (1994). Trad. >> Historia del Siglo XX.
  • On History (1997)
  • Uncommon People: Resistance, Rebellion and Jazz (1998). >> Trad. Gente poco corriente, Crítica, 1999.
  • Entrevista sobre el siglo XXI, Crítica, 2000 (or. italiano, 1999).
  • Sobre la historia, Crítica, 1998.
  • On the Edge of the New Century (2000).
  • La invención de la tradición, Crítica, 2002.
  • Interesting Times: a Twentieth-century Life (2002; autobiografía). >> Trad. Años interesantes: una vida en el siglo XX, Crítica, 2003.
  • A la zaga: Decadencia y fracaso de las vanguardias del siglo XX. Crítica, 2006.
  • Essays on Globalization, Democracy and Terrorism (2007).
  • Guerra y paz en el siglo XXI, Crítica, 2007.
  • How to Change the World: Tales of Marx and Marxism 1840-2011 (2011). >> Trad. Cómo cambiar el mundo, Marx y el marxismo 1840-2011, Crítica, 2011.

EDUARDO GALEANO: El miedo manda

Primera parte del décimo capítulo del ciclo que Canal Encuentro presentó como "La vida según Galeano", en el cual este nos acerca su particular manera de ver Latinoamérica y el mundo.